viernes, 15 de enero de 2010

Hablando de Monstruos...Where the wild things are

Si hay algo que está claro, es que hoy en día se hace a los niños ser gilipollas. Bueno, rectifico, gilipollas o cabroncetes, porque claro, depende también de la personalidad propia del individuo al que nos referimos.


Básicamente, el típico niño gilipollas es aquel que a la mínima dificultad, se pone a llorar y se traumatiza, mientras que el típico niño cabroncete amenazará con ponerte una querella criminal, pues la tarde anterior le ha oído algo semejante a Mila Ximénez de Cisneros en Sálvame. Y acojonaba, oye. (No hace falta decir a qué clase pertenecería yo… ¿o sí?)


Sin embargo, ambos tipos de niño proceden de la creencia aceptada y alimentada a día de hoy por los medios, de que a los niños hay que sobreprotegerlos. Sí, esto es así, porque vamos a ver:







Muchos conocen la saga de libros de Dónde viven los Monstruos (Where The Wild Things Are). Ahora ha vuelto a hablarse de ello porque han estrenado la película recientemente, mediocre, en mi nada humilde opinión.



Imagina que hoy el pobre Maurice Sendak intentara vender ese libro a una editorial. Imposible. El libro cuenta la historia de Max, un niño muy inteligente, incomprendido y rebelde, que se escapa de casa tras una fuerte discusión con su madre. Pero no es una huida cualquiera, pues Max se interna en un bosque misterioso creado por su propia imaginación. Su objetivo: llegar a la tierra de las Cosas Salvajes, un lugar donde podrá hacer travesuras para siempre.



En primer lugar, veo al editor sugiriendo introducir el personaje del psicopedagogo que ayuda a este niño a superar su problema. Porque semejantes imaginaciones no son de un niño normal, no. Un niño normal ve la tele y juega a la PS, no se imagina cosas así; ese niño no es imaginativo, es el caldo de cultivo de un psycokiller. Y eso, nunca, menos ahora que lo que se lleva es ser bipolar.







Piensa luego en ese Defensor del Menor, exigiendo que se controle y regule el horario en el que dirige el País de los Monstruos, de otra manera eso sería explotación infantil. La madre, pidiendo rodilleras y cascos y coderas para que el niño no se lastime si cae de los hombros de un monstruo, además de poner fundas de espuma a picos, cuernos y garras. El padre, vendiendo la exclusiva a DEC,…



Qué suerte, el libro se publicó en 1963 y no preocupaba a nadie que los niños se traumatizasen. O sí, pero sin exacerbaciones.











Pues eso, podéis ir a ver la peli de Spike Jonze y opinad, ¡malditos!

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